Situada en lo alto de un farallón rocoso de La Vid, en la comarca leonesa de Gordón.
Este artículo me recordó antiguos relatos de mi infancia. Relatos épicos y sobrecogedores que nunca olvidas totalmente. Pero que con los años, se te pueden ir transformando y recordarlos algo diferentes.......................O tal vez, quizás, nunca fueron exactamente iguales. Incluso es posible que el mismo narrador, nunca lo relatase de la misma manera.
En fin yo lo contare, tal cual ahora lo recuerdo.
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Cualquier viajero que atraviese actualmente la montaña leonesa. Tanto en ferrocarril como en automóvil. Siguiendo la serpenteante línea del río Bernesga. Se encontrará a la altura del kilómetro 104 de la Carretera Nacional 630, "El Túnel de la Gotera".
Realmente es un túnel geminado para los automóviles y el ferrocarril, que solo pudo abrirse, gracias al uso de barrenos de dinamita.
Con la velocidad de los transportes actuales, apenas podemos percibir la salvaje belleza de estos verticales acantilados.
Son una curvada y profunda hoz, que el Bernesga lleva tallando en la roca caliza desde hace milenios.
Pero no siempre fue
así. Nadie imagina actualmente, los dramáticos suceso que acaecieron en esta
"forcadura" en los tiempos de nuestro señor don Alfonso.
Este actualmente
concurrido pasaje, fue en tiempos un solitario intransitable paraje.
Solo los más osados pastores de cabras, se
atrevían a recorrer los vericuetos de esta profunda y angosta garganta. En sus
sendas, hasta las cabras se despeñaban.
Entonces todo el
comercio entre la capital del reino y los puertos del Cantábrico, se hacían a
través de una calzada romana que unía León -La fortificada Legio, antigua sede
de la Legio VII- con la costa.
Los romanos trazaron la
calzada, dando un enorme rodeo por Buiza y Folledo para evitar estos inaccesibles
acantilados.
Aun actualmente, cientos de peregrinos abandonan el "Camino de los Francos", para dirigirse desde León hasta Oviedo y visitar la Cámara Santa, utilizando esta antigua calzada romana conocida como "La Carisia", en honor a Publius Carisius conquistador de la ciudad de Lancia.
Pero esa leyenda la contaremos otro día.
En el año de gracia de 1229 apareció en la comarca de Gordón, sin saber como ni porque, una gigantesca sierpe.
Un enorme cuélebre o culebro de blindadas escamas, cresta aserrada, larguísima cola, enormes fauces y malignos ojos.
Ojos con brillo de amarillo zafiro, capaz de penetrar a tu medula espinal como un cuchillo de hielo. Dejando petrificado de miedo, a cualquier humano que osara mantenerle la mirada.
Con él en la montaña, nadie estaba a salvo. Destrozaba los pueblos diezmando las cosechas y los rebaños.
Aun actualmente, cientos de peregrinos abandonan el "Camino de los Francos", para dirigirse desde León hasta Oviedo y visitar la Cámara Santa, utilizando esta antigua calzada romana conocida como "La Carisia", en honor a Publius Carisius conquistador de la ciudad de Lancia.
Pero esa leyenda la contaremos otro día.
En el año de gracia de 1229 apareció en la comarca de Gordón, sin saber como ni porque, una gigantesca sierpe.
Un enorme cuélebre o culebro de blindadas escamas, cresta aserrada, larguísima cola, enormes fauces y malignos ojos.
Ojos con brillo de amarillo zafiro, capaz de penetrar a tu medula espinal como un cuchillo de hielo. Dejando petrificado de miedo, a cualquier humano que osara mantenerle la mirada.
Con él en la montaña, nadie estaba a salvo. Destrozaba los pueblos diezmando las cosechas y los rebaños.
Pero su peor maldad, era tumbarse en el estrecho paso de La Gotera, impidiendo el libre transcurrir del Bernesga. El río poco a poco iba acumulando su agua entre los acantilados y cuando ya estaba a punto de desbordar el enorme cuerpo de la bicha, el Cuélebre se levantaba rápidamente haciendo que el agua embalsada fluyera curso abajo formando una enorme ola similar a un tsunami, ola que arrasaba todas las tierras y los pueblos situados cauce abajo.
La Vid, Santa Lucia de Gordón, Ciñera, Vega, La Pola...........llegando la inundación, incluso hasta la ermita del Buen Suceso.
Para evitar estas calamidades, los gordoneses tenían que suministrar diariamente al Cuélebre, una vaca o una cabra y una oveja.
Pero mientras el Cuélebre engordaba, las gentes se empobrecían. Y llego un momento en que ya no tenían ni para dar de comer a sus familias.
Así que reunido el conceyo, los "homines llibres" de Gordón decidieron enviar embajada a León capital, para pedir socorro al rey.
Pero esa primavera el ejercito leonés, estaba sitiando las plazas de Mérida, Badajoz y Cáceres, así que tuvieron que recorrer la Vía de La Plata para encontrarse con el rey nuestro señor Alfonso, poco antes de la Batalla de Alange.
Nuestro rey recibió la embajada de los montañeses y apiadándose de las calamidades de su gente, quiso retornar a León para combatir él mismo a la demoníaca bestia.
Pero no podía abandonar el sitio del Castillo de Alange, ni distraer demasiadas tropas.
Así que envío un escuadrón de caballería ligera, para que erradicada la maldad de sus tierras del norte.
Los bravos caballeros leoneses, rápidamente llegaron hasta las tierras de Gordón y se presentaron con sus lanzas en perfecto orden de batalla, frente al bestial enemigo.
Pero no contaban con que el aterrador grito del Cuélebre, desbocara a sus leales corceles. Locos de miedo rompieron filas e incluso alguno se precipito por las verticales cortadas de La Gotera con jinete y todo.
Las fauces y la cola del Cuélebre, terminaron rápidamente con aquel escuadrón.
Tomado el Castillo de Alange y enterado el rey Alfonso de la tragedia, mando llamar a Llorente su más prestigioso merino.
Llorente tenia fama de ser un hábil estratega y valiente guerrero.
El rey le contó lo que pasaba, ordenándole que tomara la tropa necesaria y regresara a León para acabar con el Cuélebre.
-Solo necesito a mis hermanos Pelayo y Vicente-
Contesto Llorente ante el asombro del rey.
Los tres juntos con un buen plan, se dirigieron hacia la comarca de Gordón.
Una vez el La Pola de Gordón, los tres que eran hijos de un panadero, elaboraron un gigantesco "bollo preñao". Algunos cuentan.... que dentro metieron "fierros candentes".
Pero esto no es cierto. La equivocación se debe a que el chorizo era muy picante.
Con lo que realmente "condimentaron" el chorizo, fue con semillas molidas del venenoso tejo (Taxus baccata) que nace profusamente en estas escarpadas montañas. Y prepararon el chorizo al gusto leonés. Muy picante para que no notara otro sabor.
Los tres le dieron el enorme bollo a comer y rápidamente el veneno comenzó a surtir efecto.
El Cuélebre perdió la capacidad de mantenerse sobre sus patas y no podía alcanzar a los tres hermanos que desde la distancia le lanzabas azagayas y flechas.
Viéndose cercano a la muerte e incapacitado para moverse, comenzó a emitir su terrorífico chillido. Que mato a sus hermanos, pero no al astuto Llorente, que rápidamente se tapono los oídos, con tapines arrancados de la orilla del reguero.
Llorente construyó la Ermita de San Lorenzo, en un lugar solitario he inaccesible. Justo sobre el Túnel de La Gotera.
Para que reposaran allí los restos mortales de sus amados hermanos.
Los últimos pasos hacia la ermita son todo sobre roca, donde contamos con la ayuda de unos asideros metálicos que nos permiten llegar a allí.
Dicen quienes han escalado hasta ella:
"Las arcadas del edificio están hechas con las costillas del Cuélebre, para recordarnos a todos, que ninguna bestia humana o sobrehumana, robara la libertad de los "homines llibres" que pueblan estos valles.
Leyenda popular leonesa:
"El Cuelebre de La Gotera"
FIN
Fotomontajes y texto:
Chema Vicente
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Pero dejando las leyendas y volviendo a la realidad, os aconsejo que leáis el articulo de David Gustavo López : ROMERÍA DE SAN LORENZO Y DE LOS DIOSES QUEUNUROS, EN LA VID (LEÓN) https://sociedadantropologia.es/2020/01/06/revista-de-antropologia-y-tradiciones-populares-no5/
En él a parte de unas imágenes del interior, que solo se puede ver en contadísimos días, dice cosas así de interesantes:
"La Gotera, y cuya leyenda es relatada hacia 1580 por Pedro Zúñiga de Avellaneda (+1595), abad del monasterio leonés de San Isidoro (hoy colegiata de San Isidoro), en los términos que recoge un documento archivado en dicha institución: “San Llorente e San Vicente e San Pelayo heran cazadores y en aquellos tiempos avía en aquellas partes donde al presente está la dicha hermita un culebro o serpiente y que era tan grande y tan soberbio el animal que en toda aquella tierra con siete leguas alredor no poblaba gente por respeto del dicho serpiente, el cual estaba trabesado en un río, y entre dos peñas (...)”.
"El sepulcro de San Vicente y San Pelayo Pedro Zúñiga concluye su relato diciendo que a este lugar llegaban gentes de todo el contorno por devoción a las reliquias que están en el sepulcro, e informa de que la ermita había sido derruida por un incendio cincuenta años antes de efectuar su narración. Y es cierto que en el centro de la ermita existe un extraño sepulcro de 2,25 m de largo y 1,15 de ancho -pudiera tratarse de un cenotafio, pues no parece albergar, al menos actualmente, ningún resto en su interior- a cuyo pie, antes de la misa, los devotos encienden velas –“es la tumba de San Vicente y San Pelayo”, dicen."
Una dedicatoria a misteriosos dioses indígenas
"El sepulcro tiene adosada en su parte trasera (frente según se entra) un ara o cipo votivo, un poco trapezoidal en la parte superior (75 x42/37 x31 cm), que en su cara anterior lleva grabada la siguiente inscripción latina, con letras de tipo capital: ”Deis / Queunu^r(is) / Iulius / Reburrus / v(otum) s(olvit) l(ibens) m(erito)”, cuya traducción es: “A los dioses Queunuros, Julio Reburro cumplió su voto de buen grado como debía”.
"...ninguna deidad romana a la que se pueda referir el teónimo QVEVNVR(is), optando todos por una de las muchas divinidades indígenas que poseían los astures, el pueblo prerromano de influencia celta que habitaba la región y cuyo país se extendía a las actuales provincias de León y mitad norte de Zamora, los extremos orientales de Lugo y Orense y la mayor parte de Asturias, habiendo sido descrito por Estrabón, Floro, Plinio el Viejo y otros historiadores romanos. Ya en época visigoda, San Isidoro también se refiere a ellos en los siguientes términos: “Astures, pueblo de Hispania, así llamados porque les rodea el río Esla (Astura)”"
Además de realizar un pormenorizado estudio de la estela referirá, en este mismo artículo nos da noticias de un petroglifo y lo compara con otros de la zona.
Lo dicho muy interesante el estudio. Enhorabuena David.
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