OPCIÓN (A)
Hijos del pueblo de la Puerta, lugar anegado por el embalse de Riaño, desde su diáspora y destierro claman contra el montaje que se hace de esta figura mítica, cuya verdad nada tiene que ver con lo que trasmiten televisiones, radios y demás medios de comunicación. Algo que denuncia el Pastor de las veceras, Leoncio Alvárez, en consonancia con otros antiguos vecinos de la montaña como los hijos de Eusebio y Avelina, actualmente desterrados en La Nava, Paz y Lauriano padres de Toti, Santiago el de Leandro y su hija Maruja. Personas mayores que ven con pena como se manipula una figura que fue para ellos muy importante, en su infancia y siempre.
Para empezar no se llamó nunca “La Vieja del Monte”, sino “La Vieja el Monte”. La están convirtiendo en un montaje navideño, sin tener nada que ver con estas fechas, por lo que quieren recuperar la verdad y que no se manipulen las tradiciones, pues es una falta de respeto al recuerdo y a quienes vivieron en ese mundo de mitos y sentimientos. Más absurdo querer comparar esta figura mítica con papá Nöel o santa Claus.
Los niños y niñas de la montaña, en concreto de los montes de Hormas, vivieron una infancia muy ligada al pan de la Vieja el Monte, pues así se conoció: “El pan de la Vieja el Monte”. Algo que sucedía o bien al comienzo del verano o del otoño, ¡nunca en las fechas de la Navidad!, ¡jamás!, sino cuando iban los vecinos del pueblo en unos casos a recoger leña y trambos (restos de roble caídos) que se ronchaban para llevar a los carros, e ir a a la hoja, podando ramas (coloños) que se daba a las ovejas y la rama se usó para prender la lumbre. En primavera para segar los prados, el de Leoncio en La Salsa
Las niñas y niños esperaban que regresaran sus padres y familiares para comer el pan de la Vieja el Monte, que llevaban en una fardela (donde llevaban la comida para pasar la jornada) A veces con algo más que hubiera sobrado, pero ¡el pan!, un pan que les supo siempre de una manera especial. Era un sentimiento, que perdura, porque “era una esencia”. “¿Por qué?, no lo sé”, explica Leoncio. Aquel rito marcaba una etapa de la vida, pues esperaban dicho pan cuando por edad no podían ir al monte. Luego ellos participaban de traerlo con sus mayores a los guajes del lugar.
Hoy, quienes vivieron aquello, sienten rabia e impotencia porque adulteran ese sentimiento, esa tradición que quieren manipular ignorando la realidad y falsificando los hechos impunemente y de manera masiva. Quieren convertir esa figura en algo más del consumo, deformando lo que fue. ¿Cuando se subió al monte con madreñas?, como sale esta figura caricaturizada y ridícula en las televisiones. Se usaron los escarpines, botas, las de ir al monte, que cuando eran muy buenas se decía “botas de piel de hierro”.
Es preciso denunciar la falta de respeto a las tradiciones y a las personas que vivieron con ese mito, como en otros lugares pudieron ser otros. En este caso nada que ver con la Navidad. Nunca se plantearon si existía o no, porque no fue la vieja el monte lo importante, sino su pan. Como dice Nato (Fortunato), el último rabelista de la montaña: “Hambre no pasamos, pero necesidades ¡muchas!”
La fiesta que sí celebraron en las Navidades fueron la de los Reyes Magos, lo que marcó la infancia entre creer en ellos y luego saber que son los padres. Se hicieron los Autos de los Reyes Magos, algo muy importante en la festividad de entonces, como lo fue la Misa del Gallo. Los curas invitaban a chocolate. Se cantaban canciones de manera colectiva, los cantos “O reis”: “Los Reyes son…
Todo lo que se cuenta de esta tradición es un atentado a la cultura, que expanden publicistas y promotores que quieren hacer de la montaña un objeto de consumo para el turismo, como cuando se anuncian los “fiordos” de la montaña. Todo un dislate y una falsedad.
Todo lo que se cuenta de esta tradición es un atentado a la cultura, que expanden publicistas y promotores que quieren hacer de la montaña un objeto de consumo para el turismo, como cuando se anuncian los “fiordos” de la montaña. Todo un dislate y una falsedad.
Desde su pasado mucha gente pide que la información sea fidedigna. Distorsionar la imagen de los recuerdos es sepultar la historia, la realidad y convertir a las futuras generaciones en tontos que consumen al ritmo de la publicidad… engañosa. Y, sobre todo, causa mucho dolor en quienes llevan aquellos momentos en su corazón.
Quiere Leoncio recordar algo que dijo Darío Fo: “Necesitamos urgentemente locos, contra el dinero, el Poder y la mentira que gobiernan el mundo
Leoncio Álvarez.
OPCIÓN (B)Leoncio Álvarez.
Dentro de la mitología popular leonesa, una de las figuras que, con distintas ocupaciones se repite es la de “la Vieya” o “la Guela”, figura emparentada con otras similares de diferentes tradiciones europeas, las “hadas” buenas que protegen a los niños y les envían pequeños regalos sin que éstos puedan verlos.
En el caso concreto de las “Vieyas” o “Guelas” leonesas las tenemos dedicadas a “masare’l pan” y a “filare”, si bien también la encontramos subida en el Arco Iris que, en lengua leonesa, se llama “L’Arcu la Vieya”.
Pero dejemos a la Filandeira que puede ser joven o vieja o incluso estar hilando en el cuerno de la luna, dependiendo de las leyendas y a la Vieja que “cabalga” el Arco Iris porque, en esta ocasión, nos vamos a referir a la Vieya’l Monte.
Se trata de una tradición recogida por toda la Montaña Leonesa. La Vieya vive en diferentes cuevas de la montaña en las que amasa un pan delicioso que luego hace llegar a los niños, a través de sus padres, tíos y/o abuelos.
Cuando los adultos van al monte o a la mina a trabajar, en su camino de vuelta al hogar, se encuentran con la Vieya quien les pregunta por los rapaces que hay en casa y les entrega bollos, riscaños de pan, algún trozo de chorizo o tortilla, alguna fruta… para que se las lleven a los hijos, sobrinos o nietos que esperan con ilusión los regalos de la Vieya.
Se ha querido limitar la aparición de la Vieya a la primavera, verano y otoño porque son las épocas en que se trabaja en el monte, pero es indudable que la Vieya podía aparecer todo el año porque, indudablemente, en la mina se trabajaba también en invierno.
Por otra parte, esta leyenda no se limitaba a la montaña dado que en la tierra llana, donde no había cuevas de montaña en las que pudiera vivir la Vieya, los rapaces también recibían de sus mayores los mismos pequeños regalos pero en esas comarcas, en lugar de llamarlo “Pan de la Vieya” de lo que se hablaba era del “Pan de Pajarines o Paxarines”, del “Pan de Liebre” y del “Pan de Raposa”, aunque en estos casos no se les explicaba que dichos animales hubieran amasado dicho pan.
Ésta es la tradición de la Vieya’l Monte y así la hemos explicado tanto en radio como en televisión los dos últimos años como fácilmente se puede comprobar en la grabación del programa León en la Onda de Onda Cero, del pasado 20 de diciembre, a partir del minuto 0:39:10:
Y también hemos dicho que dicha figura mítica, en la actualidad, estaba prácticamente olvidada porque la despoblación galopante que aqueja a nuestra tierra hace que, desgraciadamente, ya no haya adultos que vayan a trabajar al monte o a las minas que están cerradas y, casi, ya no quedan niños en los pueblos oir las historias de la Vieya.
Ante esta situación, podemos preguntarnos ¿dónde están ahora los niños? En las ciudades. ¿Cuándo tienen tiempo para aprender nuestras leyendas y tradiciones? En vacaciones. ¿Qué queremos que nuestras tradiciones se pierdan o preferimos adaptarlas al siglo XXI?
¿Seguimos viviendo en casas de “teitu” o “llousa” y cocinando en el llar y vamos a lavar al rio para que no se “desvirtúe” el mundo rural?
Y ahora la pregunta del millón ¿desde cuándo Papá Noel y el árbol de Navidad forman parte de nuestras tradiciones? Y, sobre todo ¿alguien cree que esas dos tradiciones extranjeras han permanecido inalterables desde que nacieron? ¿Alguien cree que Santa Claus, Sinterklaas, Papá Noel trajeron siempre regalos fabulosos? Porque el San Nicolás alemán lo que llevaba a los críos eran mandarinas y frutos secos. Mucho más cerca del “Pan de la Vieya” que de los espectaculares regalos de hoy día.
En cuanto se refiere a su nombre, lo correcto en castellano es “Vieja del Monte” y en leonés “Vieya’l Monte” porque debido a la costumbre leonesa de “comernos” las preposiciones (que incluso mantenemos muchas veces hablando en castellano), la preposición “de” desaparece y el artículo “el” apostrofa con la palabra precedente “Vieya” que acaba en vocal por lo que lo de “Vieja el monte” no deja de ser un “amecido” de leonés y castellano que no es correcto en ninguna de ambas lenguas.
Con todo respeto hemos preparado dos años consecutivos una Cabalgata en la que la Vieya reparte caramelos y lleva pan en su carroza, pan al que, junto con chocolate hecho, convidamos a los asistentes al final de la Cabalgata para que se calienten en la cruda tarde-noche de diciembre y explicamos la historia de la Vieya a todo el que quiera escucharnos.
Hemos recuperado una tradición leonesa que estaba prácticamente olvidada y seguimos trabajando por conservarla y ampliar el conocimiento de la misma porque, entre otras muchas cosas, la ilusión en los ojos de los más pequeños nos compensa de los sinsabores que nos producen algunos mayores.
Sólo me queda añadir que las tradiciones y su evolución son tarea del pueblo, de todo el pueblo, no de unos pocos que, al parecer, se creen propietarios de las mismas.
Alicia Valmaseda Merino
Coordinadora y Portavoz de ComunidadLeonesa.ES
Tesorera de “La Parva” Plataforma de Tradiciones y Cultura Llïonesa
1 comentario:
Voto por Leoncio.
Vivan las tradiciones de la montaña.
No a los secuestros culturales del capitalismo consumista perpetrados por gentes sin escrúpulos de la tierra llana.
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