La Navidad es una celebración de profundo significado para los cristianos al conmemorar el nacimiento de Jesucristo hace más de dos mil años, pero que también posee un sentido familiar y festivo que trasciende a su incuestionable valor religioso para los creyentes. Sus orígenes, sin embargo, son anteriores al cristianismo y de hecho los primeros cristianos no celebraban esa fecha, aunque acabaron por asumir esta fiesta de raíces paganas a partir del siglo IV identificándola con el momento del nacimiento de Jesús.
En el Imperio Romano, el 25 de diciembre se celebraba la fiesta del Sol Invictus, que ponía fin al período festivo de las Saturnales, y era tan popular que no hubo otra opción que asimilarla dentro del calendario cristiano dándole además la máxima relevancia. Como vemos, la Navidad y el período navideño fue incorporando elementos culturales, estéticos y religiosos diversos, muchos de ellos procedentes del paganismo europeo. La propia ubicación de la fiesta en el calendario coincidiendo prácticamente con el solsticio de invierno; esto es, con la noche más larga del año, nos recuerda su origen en un culto solar que buscaba el renacimiento del sol que a partir de ese momento alargaba su presencia diaria, y quería propiciar también la regeneración de la naturaleza en general y de la vida vegetal en particular.
El culto a los árboles, expresión máxima de la fuerza fecundante de la Madre Tierra, jugó un papel muy destacado en el mundo religioso precristiano europeo, y más en concreto en las antiguas celebraciones relacionadas con el solsticio invernal. El árbol más venerado en la Europa precristiana fue el roble (llamado en León, según las comarcas, carbachu, robre, carballo, carbayu), y donde este no crecía lo fueron también la encina, el fresno o el abeto. En el norte europeo y en fechas próximas al solsticio de invierno existía la tradición de adornar las ramas del roble con cintas, telas y piedras pintadas con el ánimo de propiciar su espíritu y revitalizarlo, regenerando así la Naturaleza muerta o dormida durante el invierno. Esta costumbre estaba tan implantada que se mantuvo viva bien avanzada nuestra era y, al igual que pasó con otros elementos de las religiones paganas, el cristianismo optó por adoptarla ante la dificultad de erradicarla. En este caso la tradición legendaria cristiana atribuye a san Bonifacio, evangelizador de los pueblos germanos en el siglo VIII, la sustitución del roble, árbol sacro para los antiguos germanos, por el abeto, que el apóstol de Maguncia proclamó como «el árbol del niño Jesús», vinculándolo también con la fiesta de la natividad de Jesucristo. En el siglo XIX la costumbre del árbol de Navidad, que se mantuvo especialmente en los países nórdicos y en Alemania, se extendió además por otros países europeos hasta llegar a España en el pasado siglo.
De Felmín a noceda
Algunas huellas del antiguo culto al árbol perviven en nuestra tierra, evidentemente desvinculados de la antiguas nociones religiosas que tuvieron en sus comienzos y mantenidos por la fuerza de la tradición. Así, tenemos la noticia transmitida por Julián Sanz de que a principios del pasado siglo existía la costumbre, ya perdida, de grabar con cruces las hayas de una determinada zona de Felmín (municipio de Cármenes), o la costumbre todavía vigente de colocar un ramo de hoja verde el tejado que se acaba de construir, por no hablar de los mayos, de la antiquísima costumbre de celebrar concejo en la proximidad o bajo las ramas de un árbol concreto que se desarrollaba antaño en numerosos lugares leoneses, o, en fin, del hecho de que determinados árboles como el teixu aparezcan en las proximidades de una iglesia como observamos en Noceda de Cabrera (municipio de Castrillo de Cabrera); pero sobre todo destaca el llamado ramo de Navidad o de Nochebuena, que en su versión más antigua está constituido por una simple rama de árbol adornada con cintas, papeles, pañuelos, frutas y dulces que sirve como ofrenda en tan señaladas fechas, y de la que trataremos un poco más en la próxima entrega de esta sección.
En la anterior entrega de La Llariega apuntábamos los paralelos, que no identidades, entre el árbol de Navidad y el ramo leonés de Navidad, que en su versión más antigua era una simple rama de hoja de árbol adornada, semejanzas que quizá se deban al hecho de tener ambos un origen común relacionado con el solsticio de invierno y el culto al árbol como depositario del espíritu de la naturaleza al que hay que propiciar con una ofrenda.
Verardo García Rey nos ofreció en 1934, en su obra Vocabulario del Bierzo, una de las primeras descripciones de este tipo de ramos vegetales explicando que se trataba de una rama de encina, generalmente adornada de flores, rosquillas y tortas, que llevaba un mozo a la iglesia la noche de Navidad o el día de la fiesta del patrón para celebrar la tradicional fiesta del ramo. En esta celebración participaban mozos portando cayados con vejigas hinchadas, y mozas y niñas llevando velas, colocados todos en filas y recitando cánticos alusivos a la fiesta, villancicos y diálogos o dichos comentando sucesos diversos del pueblo; la ceremonia se ofrecía a la Virgen y al niño Jesús en el altar de la iglesia, zona donde discurría la parte sustancial de la celebración. Los ramos fueron originalmente una rama vegetal a la que posteriormente se le sumaron adornos tales como cintas, velas, rosquillas o frutas, añadidos que con el tiempo adquirieron protagonismo desapareciendo el ramo vegetal para ser sustituido por un soporte de madera de formas muy diversas que se cubre y adorna con las ofrendas, quedando del ramo solo el nombre. Hemos de recordar que, aunque nos estamos centrando en los ramos de Navidad, existen otros de caracteres diferentes como los de boda, de ofrenda en acción de gracias o dedicados al patrón del pueblo en su fiesta. En Rabanal del Camino agradecían con uno de ellos una afortunada operación ocular, y en el texto del ramo se iba contando la historia entera de la paciente, que a punto estuvo de perder la vista. Una de las estrofas decía en concreto: «No distingo vuestra fisonomía/ como Dios no lo remedie/ mi vista ya está perdida».
La recuperación y actualización de la tradición leonesa del ramo navideño es reciente: en la Navidad de 1996, la asociación Facendera pola Llingua elaboró una tarjeta en leonés para felicitar las fiestas navideñas de la que se imprimieron cientos de ejemplares y en la que aparecía el dibujo de un ramo de Navidad. Que sepamos, esa fue la primera vez que comenzó a usarse de un modo masivo un ramo leonés fuera de su contexto tradicional. Pero fue la asociación Raigañu quien asumió desde finales del pasado siglo el estudio, recuperación y difusión de la costumbre adaptándola a los nuevos tiempos y logrando con pleno éxito su incorporación a la sociedad leonesa como un elemento autóctono de estas fechas.
Vemos entonces que la costumbre del ramo de Navidad leonés es un compendio de elementos culturales comenzando por el propio soporte que le da nombre, aunque hoy en día predominan sin duda los de madera sobre los vegetales, pero donde la devoción popular, las ofrendas, el aspecto ceremonial, la música y la literatura popular son también protagonistas. Para finalizar, reproducimos unos pocos versos del ramo de La Baña, en la Cabrera Baja, que recogió José Aragón en su novela costumbrista Entre brumas, de 1921, y que tiene la peculiaridad de ser uno de los más curiosos de cuantos se conocen y de los únicos redactado completamente en leonés: «A llos siñores presentes/ ahora lles pedimos/ que ños presten atención, / ños escuchen con silenciu, este ramu/ y tamián con devoción…/ Alabado sía Dios».
http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/navidad-ramo-leones-ii_855053.html
http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/navidad-ramo-leones-i_851977.html
Cómo adornar el ramo leonés de Navidad
Muchos son los investigadores, etnógrafos y folcloristas de dentro y fuera de León que han aventurado una explicación acerca de qué es y qué representa el ramo leonés de Navidad. Lo único que se puede afirmar con total seguridad es su origen prerromano: aunque se cante en el templo con motivo de distintas celebraciones religiosas, la Iglesia nunca lo ha reconocido como un elemento propio. Al igual que el pendón, se guarda en la ermita o en la iglesia parroquial, pero, como aquél, parece estar vinculado sobre todo al pueblo como comunidad humana, a ese mismo que se expresa y administra en forma de concejo abierto: es la aldea y su junta vecinal, el núcleo más visible, peculiar y representantivo de la identidad y la población leonesas. Por eso, más que hablar del origen del ramo, de elucubrar acerca de lo que representa, habría que decir, en primer lugar, que es una tradición específicamente leonesa que no sólo protagoniza o encabeza determinados rituales navideños, sino también otro tipo de celebraciones repartidas a lo largo del año, tales como fiestas patronales, romerías o peticiones. Y que también sirve para adornar y embellecer todos esos acontecimientos y los mismos lugares en los que tiene lugar éstos. En esencia, se trata de una estructura de madera, en ocasiones muy simple, en otras más elaborada, que se adorna con cintas bordadas, velas, frutos de temporada, puntillas, bolas y hasta estampas religiosas, y que es portada en las ceremonias mencionadas. Esto es, una especie de árbol de Navidad, pero en leonés. Y como no sería bueno que esta tradición se perdiera, resulta necesario que se recupere, estudie, divulgue y propague tanto el canto que acompaña a los ramos como el mismo objeto, tan bello en su humildad, y que perfectamente podría sustituir en nuestros hogares al foráneo «árbol de Navidad» llegado del Norte de Europa y el mundo anglosajón. En cuanto a la estructura del canto, ésta ya ha sido estudiada en profundidad por diferentes autores, y sobre el origen del ramo, tan sólo decir que algunos investigadores opinan que, en origen, fueron instrumento de culto en ritos propiciatorios de los ciclos naturales con motivo del solsticio de invierno, un momento en el que todos los pueblos han solicitado, a lo largo de la Historia, el acabamiento del invierno y la llegada fecunda de la primavera; algo que coincide, además, con la fiesta cristiana de la Navidad. En cuanto a las tipologías y adornos concretos, Ramón Prieto Valdés, director del grupo de cultura tradicional leonesa Tenada y propietario de la tienda de indumentaria Capa y Manteo, nos explica que la mejor decoración para el ramo o ramu es la que no es recargada: se puede elegir entre frutos del otoño y el invierno, como manzanas o peras carujas , rosquillas que cuelgan por medio de cintas, telas bordadas, velas o cirios, etc... Algunos se «vestían» igual que una mujer, especialmente los triangulares, con mantones, pañuelos, ¡hasta medias de seda y enaguas! Después de la fiesta, la «decoración» del ramo se solía subastar, regalar o rifar. ¿Cuántos tipos de ramos hay? Los tipos son muy variados, y, en última instancia, dependían y dependen de la habilidad del curiosín del pueblo, del vecino que confeccionara el armazón de madera, cosa que antes hacían casi todos por cuanto que el trabajo de la madera estaba muy extendido. En general se puede hablar de tres o cuatro tipos; el triangular, más sencillo y característico de las Riberas y el Páramo, los redondos, que presentan, además de la peana y el mástil, una especie de estructura circular -en ocasiones móvil- de la que se colgaban las decoraciones y con agujeros para colocar las velas (los redondos abundan más en Omaña), y por fin, otros ovalados o en forma de «cola de pavo real», realizados toscamente pero no por ello menos fascinantes, sobre todo por sus vivos colores y por la gran antigüedad de los que conservamos. Otro tipo de ramo es el llamado rastro , muy similar a este apero agrícola: un sencillo listón de madera con agujeros, unido al mástil, en el que se colocaba toda una hilera de velas o cirios.
http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/adornar-ramo-leones-navidad_174538.html
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http://raigame.blogspot.com.es/2012/12/sara-y-el-ramo-leones-de-navidad.html
«Al pie de la montaña de León, donde tres ríos comienzan su andadura, se encuentra un pueblo en el que la chaqueta no se quita en todo el año». Es el sugestivo —y muy certero definiendo nuestra tierra— comienzo de Sara y el ramo leonés de Navidad, un libro en el que la cuentacuentos Emma S. Varela y la ilustradora Leticia Ámez explican, especialmente al lector infantil, qué es, exactamente, este curioso elemento navideño presente en la cultura leonesa y al que últimamente se le ha dotado de un nuevo valor a nivel social.
—¿Cómo surgió la idea de hacer un libro infantil sobre el ramo leonés de Navidad?
—Fue en una conversación, no hace mucho, con José Antonio Martinez Reñones, el responsable de la editorial Lobo Sapiens, sobre cómo de unos años para acá el ramo está cada vez mas presente en los hogares, los comercios, los centros de enseñanza... leoneses, pero que no todo el mundo conoce su significado exacto.
—Entonces, ¿este libro está pensado sólo para los niños, o lo puede leer cualquier persona que desee saber lo que es el ramo leonés?
—Por su texto reducido y sus ilustraciones, a primera vista es, esencialmente, un libro infantil. Pero por supuesto que también resulta adecuado para todos aquellos adultos que quieran saber más sobre esta tradición a través de una historia muy tierna en torno a unos niños perdidos en un bosque de la montaña leonesa.
—¿Y el hecho de que incluya actividades y ejercicios, a qué se debe?
—Es una forma de que los niños se ‘autoevaluen’, vean si han entendido bien la historia, si se han fijado en los detalles... La actividad que, personalmente, a mí más me gusta es un tutorial para que ellos mismos construyan su propio ramo leonés.
—¿Tienes pensado continuar escribiendo historias sobre este personaje?
—Pues mira, no es mala idea. En principio se trata de cinco personajes entrañables, muy amigos, pero a la vez totalmente distintos entre ellos: Sara, Rocío, Toñín, Javi y Raquel. Igual el próximo protagonista es uno de ellos...
—¿Qué puedes decirnos de la labor de la ilustradora, Leticia Ámez?
—Leticia es la gran sorpresa de este proyecto. Pese a ser su primer cuento ilustrado, pues ella es restauradora de Bienes Culturales, ha sido capaz de captar las emociones de cada parte del libro y reflejarlas a la perfección en las ilustraciones.
—¿Dónde la has presentado hasta ahora?
—En la librería Casla de León, en la librería Manuscrito de San Andrés, en el colegio Teodoro Martínez Gadañón... y hoy mismo, a las 18.00 horas, estaré presentando, contando y firmando cuentos en la Casa de Cultura de Villaquilambre.
—Mañana también actúas en el Auditorio de León, ¿cómo animarías a la gente a disfrutar de ese espectáculo?
—El espectáculo Cuentos musicales de la vieja Europa es una mezcla de relatos populares con música clásica de la mano del grupo La Locura del Barroco. Dirigido especialmente al pûblico infantil, un viernes de vacaciones, y con el frío que hace en León... Sin duda alguna, es la mejor opción para ir con los niños
http://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/mucha-gente-conoce-aun-significa-ramo-leones_756720.html