6 feb 2018

ZAFARRONADA DE RIELLO 2018

El Antruejo de Omaña, esta de clarado Fiesta de Interés Turístico Provincial. 
El Antruejo de Riello llamado Zafarronada, es un rito pagano que como tantos otros, sobrevivió  "refugiado" en los carnavales.
 Esta antigua tradición se perdió durante los años 50, pero fue nuevamente recuperada en el año 1987, por varios omañeses comprometidos con las señas de identidad de su comarca. Ahora, la Zafarronada es multitudinariamente celebrada con gran concurrencia de visitantes que asisten a la fiesta.


David Gustavo López confirma que los carnavales, extendidos por todos los pueblos de Omaña, comenzaron a extinguirse a mediados del siglo XIX, siendo de los últimos en desaparecer la “zafarronada” en Riello, recuperada sin gran dificultad en 1987.
   La tradición indica que la “Zafarronada Omañesa” solía celebrarse el Domingo Gordo y terminaba el Martes de Carnaval.
 Ya desde por la mañana del primer día –relata David Gustavo López-, mozos y mozas organizaban una comitiva a la que se incorporaban todos los personajes tradicionales: abanderado, toro, torero, ciego y ciega, lazarillo, gitanos y gitanas y, por supuesto, los “zafarrones”, hasta cinco en algunas ocasiones.
  Los “zafarrones” son los personajes principales del Carnaval de Riello. Y también son actores principales del libro El Carnaval de Julio Caro Baroja. Considera el eminente antropólogo que estos seres, lo mismo que los “zamarrones” y “guirrios” de otros lugares leoneses o los “guirrios” y “sidros” asturianos, los “zomorros” vascos, los “tazarrones” y “zangarrones” de Zamora, los “cigarrons” gallegos, son personajes antiquísimos de los pueblos prerromanos del norte de la península, que representaban a los espíritus de los muertos y se relacionaban con primitivos rituales protectores agrarios.
El “zamarrón” cubre su cara con una horrible careta, negra y diabólica, hecha de piel de cabrito. El resto del disfraz lo completan las pieles de animales que se visten sobre una camisa larga y pantalón blanco. Lleva también abarcas de piel, cinturón y varias correas de las que penden cencerros y grandes esquilones para que se note su paso. También lleva un saco de ceniza que esparce por el suelo y sobre los humanos. El “toro”, común en los Antruejos tradicionales de la provincia, se elabora con un armazón de madera cubierto por una sábana blanca y una cabeza con largos cuernos. El mozo escondido bajo la sábana persigue a las chicas y al “torero”, personaje también principal que viste muy elegante, razón por la que también le llaman “el novio”. También desfilan distinguidos “los gitanos”, mientras “el ciego y el lazarillo” solicitan limosna a ritmo de la canción. Hay también muestra de toreo, baile, tiznado y patatas con jabalí para todos los asistentes.
En los Antruejos de mediados del siglo pasado, el “robo de pucheros” era una broma ritual: las cocinas de casi todas las casas eran asaltadas por mozos y mozas, que los escondían o cambiaban de procedencia. La celebración actual únicamente presenta una alteración respecto a la original, la concentración de la celebración en un solo día, el Sábado Frisolero.


David Gustavo López considera la “zafarronada omañesa” una especie de síntesis aglutinadora de los carnavales tradicionales del medio rural leonés.


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