No hay nada mejor que ponerles delante de la realidad para ver cuánto dan de sí. Aquí nos aparece el nuevo inmaculado de la política leonesa, don Pablo Fernández, que parecía un mirlo blanco y se ha quedado en grajo, que primero va y sugiere que los leoneses tienen derecho a decidir si quieren seguir bajo la bota de Castilla y, después, visto que los paisanos son los que son —cada vez menos—, se retracta y sale con que no, que lo que en realidad quería decir era que érase una vez un proceso constituyente y tal y cual, poesía, que han debido chivarle que aquí se vota con la derecha y en el resto de provincias no está bien visto eso de que León, mejor solo, así que ya se ha puesto la corbata —símbolo fálico donde los haya— del macho alfa para desdecirse, que es lo que mejor saben hacer los políticos. Ahora dirá que no, que busquemos en la hemeroteca dónde habló de que los pobres leoneses tenían el derecho a decir si quieren seguir soportando la decisión de Martín Villa. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de Podemos? ¿Podemos o no podemos los leoneses decidir? Vamos, como los catalanes, don Pablo, que ellos sí que pueden o ¿no? O ¿es que se trata de ganar a toda costa, aunque sea sin mostrar la patita de lo que somos realmente? Ya, porque no todos los votos valen los mismo ¿verdad? o, dicho de otra manera ¿es que en su configuración de España ya han decidido que hay ciudadanos de primera y de segunda?
Mal empezamos, don Pablo, que sí, que para ganar la plaza de Valladolid no se puede decir que se dará alas a los montaraces de León, pero yo creía que ustedes ponían por delante los principios y resulta que no, que su estrategia también se basa en que el fin justifica los medios, en la ocultación, en el travestismo intelectual. Así que, ya veo, los catalanes sí tienen derecho a desprenderse de la rémora de España pero los leoneses, esos leoneses que no se implican, como dice don José Antonio (de Santiago Juárez), no pueden romper el cordón infernal de la madrastrona pucelana.
Es una gran regla ética, esa de hacer cuentas y calcular cuánto valen los principios, si merece la pena respetarlos o no. Es lo que hacen los partidos de la casta, una expresión que deberían dejar de utilizar porque les funciona como un sortilegio: cada vez que la pronuncian, más se parecen a ellos.
TRIBUNA
A los Reyes de León
José-Magín GONZáLEZ GULLÓN. Periodista radiofónico 29/01/2015
Turistas y forasteros llegados a León, tras la obligada visita a la monumental y celestial triada que forman el antiguo Monasterio de San Marcos, la Real Colegiata de San Isidoro y la Catedral de Santa María, debida a la realeza leonesa, recorren calles y plazas y se preguntan sorprendidos por qué no encuentran en ellas ni una sola estatua de los reyes de León. La misma sorpresa que compartimos la mayoría de los leoneses, a excepción hecha y consabida del Ayuntamiento de la ciudad y de la Junta autonómica empeñadas últimamente en recordar y ensalzar las primeras Cortes sin dignarse mencionar siquiera al rey que las convocó. Lo mismo que nadie recuerda a un gobernante autonómico referirse a León como antiguo reino y menos aún asistiendo a un acto en su recuerdo. Hasta el bueno de Silván que viene a inaugurar incluso los pasos de cebra evita su presencia en tales celebraciones.
Es más, existe un proyecto de monumento a los reyes de León al comienzo del paseo de la Condesa, junto al puente de los leones, que se levantó siendo alcalde Juan Morano, y cuya idea inicial era la de colocar allí un enorme mapa del Reino de León en el siglo XII, cuando se extendía por media península ibérica incluído el norte de Portugal. Al que se añadirían las efigies o los nombres de los 23 reyes y reinas de Leon. Pero no tuvo tiempo ni presupuesto salvo para colocar sobre un montículo unas piedras y plantar unos arbustos con un mural en el que puede leerse: «A los Reyes de León». Y allí sigue olvidado y últimamente desvirtuado por decisión municipal que no ha tenido idea menos adecuada que la de añadirle un calendario de grandes números anunciando la fecha del día. Con lo que insultan tanto a los reyes como a la inteligencia de los leoneses.
Pero todavía hay ejemplos más incongruentes. Baste recordar el solemne y tradicional responso a los reyes de León que todos los años se celebra en el Panteón Real de la Basílica de San Isidoro. Los miembros de la corporación municipal, que debieran ser los primeros y ejemplares divulgadores y defensores de nuestra historia y tradiciones, acuden al acto luciendo sobre sus pechos unas bandas con los colores de la bandera española que, como es sabido, no existía en aquellos siglos. Otra manera de tergiversar la historia y confundir a los no iniciados. Lo mismo que en la tradicional ofrenda de los ayuntamientos del Voto a la Virgen del Camino, ‘Patrona del Reino de León’ según puede leerse a la entrada de su santuario, mientras los alcaldes de los respectivos pueblos cercanos lucen sobre sus pechos las bandas con los colores locales que les son propios, el de León se presenta con la banda rojigualda. Lo que cuando menos parece, una vez más, fuera de lugar.
De nada han valido hasta ahora ni las sugerencias ni las críticas recordándoles que representan únicamente a León, nada más y nada menos, y que debieran ser los primeros defensores de su identidad y de sus tradiciones. Así que descartando generosamente la ignorancia y la mala fe sólo cabe pensar que defienden sobre todo intereses políticos y personales, conscientes como son de que al menor guiño al León sin el que no hubiera España, supondría su inmediata desaparición de las listas electorales que se confeccionan en Valladolid.
Foto. A. Barreñada
1 comentario:
estamos en manos de gente sin escrúpulos, que solo miran su interés personal, traicionando a su tierra y lo más triste es que un pueblo incoloro,insaboro e insípido les sigue votando...tenemos lo que nos merecemos...así de triste....
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